lunes, 27 de abril de 2009

A FAIRY TALE....


La brisa fresca de la mañana serpenteaba por los campos mientras un radiante sol anticipaba un caluroso día de primavera, el sonido de la naturaleza inundaba los vastos y verdes campos de la orografía irlandesa, los rayos de luz de aquella preciosa mañana rozaban el sonrosado rostro de la pequeña Talitha, y hacían brillar con un fulgor de estrellas su dorada melena recogida en dos pequeñas trenzas que pareciesen cascadas de oro.

Allí permanecía, sentada, recogida sobre un viejo tronco que reposaba sobre la hierba, jugueteaba con una pequeña muñeca de trapo a la que tenia verdadero cariño, permanecía como digo allí, inmutable, absorta en su pequeño mundo de magia e ilusión, como una estampa de lo que fuimos, como parte mas de la naturaleza, como un atemporal cuadro sobre la belleza del mundo.

Solo la voz, ruda y grave de su abuelo llamándola desde la pequeña y rustica casa, la despertó del trance en el que había quedado sumida por tantos pequeños detalles de la creación.
TALITHA..., la llamó, solo hizo falta una llamada... sólo una de esa firme y paternal voz, hizo que la pequeña se levantase, y con su pequeña muñeca "Bruma" en la mano, corretease a paso ligero hacia la casa dando pequeños saltitos, verdaderamente alegre, sonriendo como siempre, se acercaba hacia la imagen de su abuelo que la esperaba recto y firme, gallardo e incluso tosco, observándola como venia hacia el con su particular forma de correr, allí estaba con su profunda mirada, que desprendía a la vez, sabiduría y firmeza, tanto como un inenarrable amor y cariño por su pequeña nieta.
Arqueo su trabajada y ancha espalda, y estiro los brazos al frente, en una sincronización perfecta para recoger del aire a su querida Talitha que había saltado hacia el.

Sintiéndose segura en sus manos le abrazo, y le rodeo el cuello con sus delgados y frágiles brazos, mientras en su mano seguía sosteniendo su pequeña muñeca, y jugueteaba dándole con ella al abuelo en su árido y esculpido por el tiempo rostro, pues con una picara y traviesa mueca sabia que ese detalle le hacia enfurruñar, cosa que la hacia esbozar una sonrisa tan preciosa, dulce, e inocente, que por ella, por volver a contemplar aunque fuese una sola vez mas esa sonrisa, su abuelo se dejaría abofetear por mil muñecas si fuese necesario.

La bajo al suelo de forma pausada y delicada, hasta que la pequeña poso sus pequeños borceguíes negros en el suelo de madera gastada del porche, y unidos de la mano se adentraron en la casa donde su abuela preparaba un cocido, de esos de siempre, de esos que desprendían un olor, que mas que un olor, era una sensación, de esos que no están en los libros de cocina, puesto que su ingrediente mas autentico y valioso es el amor y la sabiduría de una madre cuando lo hace para su familia, y cerrando la puerta tras de si, Talitha corrió hasta las faldas de su abuela mirándola con esos ojos de diamante que hacían embelesarse a todo el que los contemplaba.
    
       - Abuela, abuela… le grito con su aterciopelada voz, con la que cualquier grito parecía un susurro y todo susurro una bendición para los oídos, he estado jugando con "Bruma", hemos visto a un gnomo, y un elfo nos correteo...
 y así prosiguió contándole las mil y una correrías que había vivido con su pequeña muñeca de trapo en el majestuoso campo que circundaba la casa.

La abuela reía, y la contemplaba ensimismada sin dejar de prestar ni un ápice de atención a la olla donde se preparaba tan delicioso manjar, y la pequeña no soltaba el viejo delantal que protegía una vetusta falda que casi llegaba al suelo y que su abuela llevaba con un porte elegante a la vez que delicado y austero, hasta que esta le dijo,
     
       - Talitha, para…, para que me vas a conseguir caer, anda corre con tu abuelo que a la comida aun le queda algo de tiempo .

La pequeña se desprendió de su abuela y correteo por el salón de la casa, forrado entero de madera, con muebles trabajados casi en su totalidad por su abuelo, adornado con pequeños cuadros florales, y fotos de familia, en el centro del salón una chimenea de piedra presidía lo que sin lugar a dudas era un ejemplo de hogar acogedor.

En una de las esquinas de la casa, una vieja mecedora de madera labrada, contemplaba impertérrita una ventana que daba a un lateral de la casa desde donde Talitha contemplaba en los días de lluvia y frío del invierno, el blanco y nostálgico paisaje que en el se formaba, desde donde contemplaba a los cerdos, pollos, gallos, conejos y demás especies de la naturaleza con mas admiración y sabiduría desde sus pequeños e inocentes ojos, que cualquier experto de hoy en día los contemplaría desde los suyos analíticos, y ya, en la mayoría de los casos exentos de esa inocencia en la que tal vez anide la verdad de la vida y del mundo.
Pero ella no, ella los contemplaba como milagros de la naturaleza, como obra de Dios, como seres llenos de vida a los que hay que respetar y amar, y así actuaba con ellos, jugueteando, correteándolos, imitando el cantar del gallo matutino, cojiendo en su regazo a los pollitos, haciendo collares de margaritas a los conejos, disfrutando del majestuoso batir de alas de las mariposas, dejando que todo interactúase con ella como uno solo, como la gran danza de la creación y el dulce y soberbio danzar del creador.

Talitha oyó, a sus espaldas, el crujir típico que hacia la mecedora cuando su abuelo, se sentaba en ella, bien en la mañana para reflexionar o para leer, o bien en la tarde cuando descansaba sus doloridos huesos por el trabajo en el campo, giro su cabeza y con una mas de sus mágicas sonrisas contemplo como el abuelo la miraba esbozando una leve mueca de satisfacción, mas que de satisfacción, de admiración por sentirse el hombre mas agraciado del mundo al poder disfrutar de su nieta, de su casa, de su esposa y de su familia.

La pequeña dio unos pequeños pasos y brinco hasta las faldas de su abuelo, y sentándose de lado, reposo su pequeño y sonrosado rostro sobre su pecho, y sabiendo que aun quedaba algo de tiempo para sentarse a la mesa a comer, le dijo:
       - cuéntame un cuento abuelo , éste la miro y le dijo ¿un cuento?, y paternalmente volvió a incidirle, a ver ¿que cuento te gustaría escuchar?, a lo que ella, tras unos segundos donde quedo misteriosamente ensimismada, como anticipando la lección de vida que iba a recibir, contesto:
       - cuéntame un cuento de hadas…

El abuelo irguió su faz, y dejo que su mirada se perdiese en la lejanía de la llanura que contemplaba, atuso con el ambés de su curtida y dura mano, la fulgurante cabellera de su pequeña Talitha, y dejando que esta cerrase sus ojos y depositase en el toda su atención, comenzó contándole un pequeño cuento de hadas, pero no era un cuento normal, ni tan siquiera aparecía en ningún libro, en ninguna canción, ni en ningún relato ancestral de algún juglar en medievales y mitológicos tiempos, no, no aparecía en ningún sitio, ni siquiera ese cuento estaba escrito, al abuelo le pedía su corazón contarle a su nieta un cuento que tratase de ella, de su pequeña hada, de su tesoro tan preciado y querido, un cuento que fuese una advertencia a los tiempos venideros, que fuese una llave de oro macizo para que su pequeña guardase a salvo de los lobos su inocencia y sus valores.

Te contare pequeña Talitha, la historia de una ondina llamada Aurora de la mañana, la pequeña abrió sus azules ojos y sonrió en señal de que le gustaba el nombre que su abuelo le había puesto a esa hada, y anticipándose parecía saber que ese cuento era sobre ella, que ella era la Aurora de la mañana de su abuelo.
Continuo su cuento narrándole como era la vida de Aurora, sus hobbies, su vida, sus inquietudes, como le gustaba jugar en el riachuelo, chapoteando y atusando su larga cabellera dorada, meciéndola y peinándola con peines de plata, como contemplaba a los elfos, trasgos, náyades, gnomos, y demás seres de la naturaleza corretear y hacer pequeñas travesuras por los bosques, como cantaba bajo la luz de la luna dejando que las ondas que salían de su dulce voz dibujasen en la etérea bruma de la noche mágicas siluetas, le contó como era su casa, como era su familia, como le gustaba aprender de sus padres y abuelos, de sus ancestros, como le gustaba la comida que hacia su abuela, le hablo de cuanto quería todo lo que le rodeaba, de cuanto amaba a todos los seres de la naturaleza

La pequeña sonreía con sus ojos cerrados, ante su imaginación iban pasando todo un carrusel de escenas preciosas que ella misma iba dibujando con lo que su abuelo le contaba, también le contó lo maravilloso que era el mundo, lo bello y misterioso que era, le contó las gracias que a diario y cantando, el hada le daba a DIOS por permitirle disfrutar de todo lo que tenia, el abuelo mecía suavemente su cuerpo y el de su nieta en un cadencioso vaivén, que hacia ,del interior de la casa, una autentica postal de bondad y de esencia de hogar, mientras la abuela seguía preparando con mimo y esmero la comida que disfrutaría con los suyos.

Continuo su historia, adornándola con todo tipo de detalles, con todo tipo de pequeños adornos que la hacían un sueño de cuento de hadas, detalles que la pequeña Talitha hacia ya buen rato había adivinado que eran detalles de su vida, y se sentía orgullosa, henchida de cariño y amor, sabiéndose que ella era aquella hada llamada Aurora de la mañana.
Cuando mas sumida estaba en el regazo de su abuelo, cuando mas ensimismada estaba con el cuento, cuando la procesión de imágenes en su mente eran mas claras, hubo algo que la sobresalto, algo que la puso en tensión, algo que hizo que un escalofrío recorriese su dulce y suave piel, algo que la hizo esbozar un pequeño suspiro de cautela y miedo.

       - Pero ten cuidado Talitha, dijo su abuelo, porque la pequeña hada Aurora de la mañana, creció, y conforme crecía, supo de la existencia también de otros seres, de otros mundos, de otras personas que querían a toda costa romper la esencia de su corazón puro.
Talitha se despego del pecho de su abuelo y le observo con una atención inusual, con un semblante entre preocupada y ansiosa por saber más de que es aquello que podía romper algo tan bonito como lo que antes había imaginado, el abuelo tomo sus pequeñas manos y continuo con su relato.
    
       - Aurora de la mañana conforme crecía, se veía rodeada de otros escenarios, de otros personajes, los cánticos bellos bajo la luz de la luna se veían apartados por otras personas que la llevaban casi a rastras hacia otros placeres, veía como su familia iba quedando relegada a un segundo plano, como los correteos de trasgos y elfos por el bosque iban desapareciendo, y esas otras personas que la rodeaban le hablaban de carne, le hablaban de virtudes materiales, de placeres carnales y efímeros de bonitas palabras en apariencia solo, pero que a su corazón no le decían nada, le hablaban de lo que debía y no debía hacer, y en su interior sabia que no estaba bien aquello que le decían, y a ella le chocaban esas palabras puesto que observaba como todas las hadas de su edad se veían guiadas por ellas, pero ella se resistía, no quería apartarse de la esencia de la vida, no quería dejar la magia de su pequeño mundo, no quería dejar de reír, no quería dejar de disfrutar del calor de su hogar, del cálido abrazo de sus abuelos, no quería dejar su pequeña muñeca, no quería que la apartasen de un mundo de inocencia para llevarla a un mundo de crueldad y depravación, sabia que no era ni el momento ni el camino que debía tomar porque muchas se lo dijésen, seguía notando en su alma, en su interior como su actual vida era la única que la reconfortaba, y que la vida que le planteaban como normal o lógica esos otros seres, solo le aportaban degeneración y vacío .

A estas alturas de la narración, su abuela había dejado la comida en reposo y miraba la escena de la mecedora con semblante serio y sabiendo que lección le quería dar su abuelo a su pequeño tesoro.

El abuelo, aún con las manos de Talitha entre las suyas, clavó su mirada en esos dos pequeños luceros azules que le miraban temerosos, e incluso ya apartándose del cuento le dijo...
    
       - ten cuidado con ellas pequeña, ten cuidado con las personas que cambian la historia a su antojo, con aquellos que quieran apagar la llama de tu verdad y de tu interior para sus sucios fines, ten cuidado con aquellos que te tienden la mano llegado un momento de tu vida para satisfacer sus mas bajos y perversos instintos, nunca permitas por mucho que el mundo te lo diga, hacer algo con lo que no te sientas bien, nunca permitas que una corriente que recorra el mundo en un determinado momento, te haga decidir algo incluso en contra de tu voluntad, nunca permitas que las personas que te rodean se rían o mofen de tus creencias, porque no se ríen de ellas pequeña Talitha, sino que lloran porque ellos no las tienen o sienten.

Su tono de voz era recio y firme, era un cincel que iba tallando palabras en el corazón de su querida nieta. "

       - nunca dejes pequeña, que nadie te diga cuando debes entregar tu más profundo tesoro, llegado el momento sabrás de lo que te hablo, nunca permitas que el placer carnal ocupe el lugar del sentimiento, no permitas jamás que intenten cambiarte la esencia de tu corazón por modas pasajeras y efímeras, y cuando llegue el día vida mía, en que te encuentres con tu perfecto yo, con tu alma gemela, con tu compañero de viaje, con alguien que te haga reír y soñar cada segundo de tu vida, no dudes ni titubees a la hora de dejarte llevar por tu corazón, porque es el único que no te engañara, no oigas a quien te querrá decir y contar sus sucios planes para tu futuro, no dudes ni un momento porque sabrás en lo mas profundo de tu alma que tu inocencia y tu sabiduría, están dentro de ti, que lo que te estoy diciendo y contando y lo que sientes en esta edad en tu corazón, esa es la verdad y no otra, la verdad del amor puro y verdadero.

El abuelo bajo su rostro y guardo unos segundos de reflexión, volvió a mirar a la pequeña Talitha y vio como una lágrima caía y se deslizaba por su fina y delicada mejilla, alzo su mano y le seco la cara con suavidad, y mirándola a sus ojos en una conexión profunda y total, le dijo...

       - algún día alguien a quien quieres te pedirá que le hables de la verdad, que le hables de lo que esta bien o mal, te asaltaran dudas de todo tipo"   y tomándole una de sus pequeñas manos se la puso en su pecho y le dijo
    
       - nunca dudes de lo que tienes ahí, nunca dudes de saber que siempre estaremos contigo, que siempre DIOS estará contigo, guiándote por la senda de la verdad, nunca dudes que JESUS y sus enseñanzas no te abandonaran nunca, siempre estará sentado a tu lado, jugando contigo, acompañándote, protegiéndote y cuidando de ti, enseñándote y compartiendo tus sentimientos, reconfortándote cuando la maldad te rodee y los perversos quieran colarse en lo mas profundo de ti, a base de mentiras y modas creadas para apartarte de su camino, de su palabra y de su corazón, y nunca dudes que en los momentos en los que la debilidad se apodere de ti, en los que el sufrimiento y el desanimo cundan en tu espíritu, en los que la confusión sea mayor porque el mundo lleve un camino equivocado, nunca dudes que dentro de lo mas profundo de ti, inalterable al tiempo y a los lobos con piel de cordero que lo quieran ocupar, esta el trono de la verdad, y de la vida.

Talitha sonreía ya a su abuelo, sus lágrimas aposentadas en sus ojos, eran de alegría por haber obtenido un entendimiento mas propio de un adulto que de su edad, se incorporo y tomó a su abuelo de la mano haciendo que se levantase y ambos caminaron juntos hasta la mesa, haciendo que Talitha supiese que siempre esté donde esté sabrá que debe hacer, y sabrá que dentro de ella esta el pequeño y mágico mundo en el que siempre será Aurora de la mañana, en un mágico cuento de hadas…

1 comentario:

Unknown dijo...

Me ha gustado mucho esta narración...Quién sabe, quizás la magia de las hadas no sea solo una leyenda.

Sigue escribiendo que lo tienes abandonaito y lo haces muy bien :D