A la 1 y 23 minutos de la mañana del sábado 26 de abril de 1986, cambió el mundo.
Tal vez sin saberlo aun, cambio todo, el clima, las personas, el aire que respiramos. A esa hora, de ese día, golpeamos a la madre tierra haciéndola sufrir una vez mas, a esa hora de ese día, explotó uno de los cuatro reactores de la central nuclear de Chernobyl, a 110 kilómetros al norte de la capital ucraniana Kiev.
Hace relativamente poco se han cumplido 22 años de la tragedia, 22 años de la infamia, de la desidia, 22 años desde que el ser humano una vez mas, pero esta vez con bárbaros resultados, negó su incompetencia primero, negó su despropósito después y negó lo que estaba pasando para el bien de su materialismo y su ambición de poder sin limites.
Hace relativamente poco se han cumplido 22 años de la tragedia, 22 años de la infamia, de la desidia, 22 años desde que el ser humano una vez mas, pero esta vez con bárbaros resultados, negó su incompetencia primero, negó su despropósito después y negó lo que estaba pasando para el bien de su materialismo y su ambición de poder sin limites.
Se negó todo, dejaron que los niños de Pipriat, de Kiev, de Chernobyl, en las aldeas de Kolyban, Shepetovichi, Vylevo, Chudiany en la comarca de Chechersk, en la región de Brest, en Minsk, en Borisov, Berezino, Soligorsk, Molodechno, Vileyka, Stolbtsy, Krupki, Logoysk y Slutsk, en tantas y tantas de miles de aldeas con tantas familias niños, hombres y mujeres, ancianos, todo prosiguieran con su vida normal, jugando en parques, paseando, viviendo bajo la manta de radiación que les estaba rociando y quemando su cuerpo de manera anónima y silenciosa, miles de personas que morían lentamente, sin ellos saberlo, viendo como las autoridades militares pasaban junto a ellos con mascaras en sus rostros y diciéndoles que solo eran pruebas militares y simulacros, todo con tal de que el mundo no supiese que habían cometido un error y una tragedia, todo bajo el oscurantismo que todos los países tienen con lo que respecta a lo que no conocen, a lo que no controlan, a lo que se escapa a su pobre y mísero poder materialista.
Ese día, esa trágica fecha, la emisión de 50 millones de curies de isótopos radiactivos, contaminó 160.000 kilómetros cuadrados de Ucrania, Bielorrusia y Rusia, afectando directamente a más de 7 millones de personas, entre ellos 3 millones de niños, aún hoy sigue sin conocerse el impacto real de la catástrofe, emisión a la atmósfera de una energía cien veces mayor a las bombas de Hiroshima y Nagasaky juntas.
Hubo en esos momentos, en esos minutos, en esas horas y días posteriores, una raza de héroes, un conjuntos de hombres que dieron su vida por controlar con sus propias manos desnudas esa catástrofe. Esos jóvenes actuaron apando con su esfuerzo y con su vida la boca del reactor abierta al mundo que continuaba emitiendo su muerte y su destrucción. Para ello solo iban ataviados con simples trajes de goma, planchas de plomo y mascaras que no les protegían de nada; y ellos, sabiéndolo, echaban sacos de arena y con esos sacos, alientos de vida, lágrimas de sufrimiento, miradas perdidas recordando a su familia, a sus madres, a sus mujeres, a sus hijos, vomitando sobre el reactor la pena y la impotencia de lo que no debía haber sucedido, despellejando sus manos por la radiación y por el dolor de no poder continuar su vida y disfrutar de todo lo bello del mundo por culpa de la ambición, del poder, de no saber controlar lo que aun no estamos preparados para controlar para poder proteger al mundo de su total destrucción, cosa que sin lugar a dudas hubiese sucedido de no ser por ellos.
Ese día, esa trágica fecha, la emisión de 50 millones de curies de isótopos radiactivos, contaminó 160.000 kilómetros cuadrados de Ucrania, Bielorrusia y Rusia, afectando directamente a más de 7 millones de personas, entre ellos 3 millones de niños, aún hoy sigue sin conocerse el impacto real de la catástrofe, emisión a la atmósfera de una energía cien veces mayor a las bombas de Hiroshima y Nagasaky juntas.
Hubo en esos momentos, en esos minutos, en esas horas y días posteriores, una raza de héroes, un conjuntos de hombres que dieron su vida por controlar con sus propias manos desnudas esa catástrofe. Esos jóvenes actuaron apando con su esfuerzo y con su vida la boca del reactor abierta al mundo que continuaba emitiendo su muerte y su destrucción. Para ello solo iban ataviados con simples trajes de goma, planchas de plomo y mascaras que no les protegían de nada; y ellos, sabiéndolo, echaban sacos de arena y con esos sacos, alientos de vida, lágrimas de sufrimiento, miradas perdidas recordando a su familia, a sus madres, a sus mujeres, a sus hijos, vomitando sobre el reactor la pena y la impotencia de lo que no debía haber sucedido, despellejando sus manos por la radiación y por el dolor de no poder continuar su vida y disfrutar de todo lo bello del mundo por culpa de la ambición, del poder, de no saber controlar lo que aun no estamos preparados para controlar para poder proteger al mundo de su total destrucción, cosa que sin lugar a dudas hubiese sucedido de no ser por ellos.
Los llamaron " Los Liquidadores ".
De los primeros equipos de emergencia que llegaron a la planta, 134 padecieron también los efectos de las radiaciones agudas y 28 murieron en apenas tres meses. Aunque la central se encuentra en la actual Ucrania, el país más afectado por los depósitos de radiación en el suelo fue Bielorrusia, debido a los vientos en esa época del año. El 70 por ciento de los isótopos radiactivos se depositaron en este país, donde el 20 por ciento de los bosques y 6.000 kilómetros cuadrados de tierras de cultivo siguen contaminados.
Enviaron a morir a doscientas diez unidades militares al principio de la catástrofe, eso equivale a 340,000 soldados. Los que limpiaron el techo sufrieron lo peor. Tenían batas de plomo, pero la radiación venía desde abajo y ahí no tenían protección. Estaban usando botas ordinarias, hechas de imitación de piel. Pasaban en el techo un minuto y medio, dos minutos cada día, entonces los daban de baja, les daban un certificado y un premio- 100 rublos. Y entonces desaparecían en las vastas provincias de su patria. En el techo ellos recogían combustible y grafito del reactor, esquirlas de metal.
De los primeros equipos de emergencia que llegaron a la planta, 134 padecieron también los efectos de las radiaciones agudas y 28 murieron en apenas tres meses. Aunque la central se encuentra en la actual Ucrania, el país más afectado por los depósitos de radiación en el suelo fue Bielorrusia, debido a los vientos en esa época del año. El 70 por ciento de los isótopos radiactivos se depositaron en este país, donde el 20 por ciento de los bosques y 6.000 kilómetros cuadrados de tierras de cultivo siguen contaminados.
Enviaron a morir a doscientas diez unidades militares al principio de la catástrofe, eso equivale a 340,000 soldados. Los que limpiaron el techo sufrieron lo peor. Tenían batas de plomo, pero la radiación venía desde abajo y ahí no tenían protección. Estaban usando botas ordinarias, hechas de imitación de piel. Pasaban en el techo un minuto y medio, dos minutos cada día, entonces los daban de baja, les daban un certificado y un premio- 100 rublos. Y entonces desaparecían en las vastas provincias de su patria. En el techo ellos recogían combustible y grafito del reactor, esquirlas de metal.
Les prometieron un automóvil, un departamento, una casa de campo, pensión para sus familias hasta el fin del mundo. Buscaron a los voluntarios. ¡Y los encontraron!
Los muchachos se sumergieron muchas veces, y abrieron el seguro, a la unidad le pagaron 7,000 rublos. No les importaron los autos ni los departamentos que les prometieron- no lo hicieron por eso. Esta gente venía de una cultura específica, la cultura de los grandes logros. Ellos se sacrificaron. Tomaba unos 20 o 30 segundos llenar una carretilla y otros 30 segundos para "tirar la basura" desde el techo. Estas carretillas especiales pesaban 40 kilos, vacías.
Entonces se lo puede imaginar: una bata de plomo, máscaras, las carretillas y correr a toda prisa. En el museo de Kiev tienen un ladrillo de grafito del tamaño de un casco de soldado: dicen que los reales pesaban 16 kilos, así de denso y pesado es el grafito. Las máquinas controladas por radio que estaban usando muchas veces no obedecían o hacían lo contrario a lo que se les ordenaba porque sus circuitos electrónicos se dañaban por la radiación tan elevada. Los "robots" más fiables eran los soldados. Los bautizaron los "robots verdes" [por el color de sus uniformes]. Unos 3,600 soldados trabajaron en el techo del reactor descompuesto. Dormían en el suelo en tiendas de campaña. Eran jóvenes muchachos.
Mucho se ha hablado de ellos, mucho, pero aún no es suficiente, nunca será suficiente para lo que hicieron; salvar el mundo y con su vida y esfuerzos, hacer que podamos seguir viviendo en este planeta.
Quiero abrir amigos si me lo permitís un breve paréntesis en este artículo de mi humilde blog, un paréntesis para agradecer, para dar las gracias, si amigos, dar las gracias, eso que tan poco se hace hoy en día o que se hace de manera tan superficial.
Pero ahora no, ahora quiero dar las gracias de verdad, dar las gracias a una persona, a alguien a quien sigo desde hace años, a alguien que hace poco se encumbro por méritos propios al sumun de la comunicación y de la reflexión, a alguien que hace poco emitió lo que para mi, y creo que para muchos, fue uno los actos mas soberbios y sublimes que la televisión ha emitido en su historia. Un documental titulado "La noche del fin del mundo" que puso los vellos de punta, que narró con una maestría inigualable, la tragedia de Chernóbil y sus consecuencias. Un documental que logró que derramásemos lagrimas y que fuésemos conscientes de esa tragedia, de lo que supuso para el mundo, de lo que supone hoy en día y supondrá en un futuro, de que fuésemos conscientes de sus nombres, de los nombres de todos aquellos héroes anónimos, de sus vidas, de las de ellos, de las de los Liquidadores, jóvenes que entregaron su vida para que nosotros pudiésemos conservar la nuestra.
Mucho se ha hablado de ellos, mucho, pero aún no es suficiente, nunca será suficiente para lo que hicieron; salvar el mundo y con su vida y esfuerzos, hacer que podamos seguir viviendo en este planeta.
Quiero abrir amigos si me lo permitís un breve paréntesis en este artículo de mi humilde blog, un paréntesis para agradecer, para dar las gracias, si amigos, dar las gracias, eso que tan poco se hace hoy en día o que se hace de manera tan superficial.
Pero ahora no, ahora quiero dar las gracias de verdad, dar las gracias a una persona, a alguien a quien sigo desde hace años, a alguien que hace poco se encumbro por méritos propios al sumun de la comunicación y de la reflexión, a alguien que hace poco emitió lo que para mi, y creo que para muchos, fue uno los actos mas soberbios y sublimes que la televisión ha emitido en su historia. Un documental titulado "La noche del fin del mundo" que puso los vellos de punta, que narró con una maestría inigualable, la tragedia de Chernóbil y sus consecuencias. Un documental que logró que derramásemos lagrimas y que fuésemos conscientes de esa tragedia, de lo que supuso para el mundo, de lo que supone hoy en día y supondrá en un futuro, de que fuésemos conscientes de sus nombres, de los nombres de todos aquellos héroes anónimos, de sus vidas, de las de ellos, de las de los Liquidadores, jóvenes que entregaron su vida para que nosotros pudiésemos conservar la nuestra.
Gracias mi admirado Don Iker Jiménez, gracias por existir, por haber luchado para que hoy en día podamos seguir aprendiendo con sus historias, con sus trabajos, y gracias por regalarnos tantos y tantos momentos de aprendizaje y de reflexión.
Estoy seguro que en años, en el futuro lejano se hablara de usted como también se hablará de otro de mis grandes admirados como es el director de cine M. Night Shyamalan, visionarios y artistas de nuestro tiempo que nos conmueven la conciencia haciéndonos llegar por medio de la televisión, el cine o cualquiera sea el método, sus grandes obras, sus pensamientos, sus reflexiones que son nuestras también. Espero que algún día tanto el Señor Don Iker Jiménez, como el señor Shyamalan, puedan leer este humilde blog y hacernos tal vez, el honor de regalarnos con algún comentario, lo dicho Señor Jiménez, Gracias por todo lo que nos haces llegar y por todo lo que esperemos, durante muchísimo tiempo, nos haga compartir con usted.
Cuentan que en la olvidada y desierta ciudad de Pipriat, hay escrito algo en una pizarra, una sola frase, perdida en el tiempo, anónima, solitaria como sus calles, escuelas, cines, edificios, carreteras, coches, enigmática y apocalíptica como la postal que hoy en día nos brinda esa ciudad, solo dice una cosa :"No hay retorno, todo ha terminado".
Cuentan que en la olvidada y desierta ciudad de Pipriat, hay escrito algo en una pizarra, una sola frase, perdida en el tiempo, anónima, solitaria como sus calles, escuelas, cines, edificios, carreteras, coches, enigmática y apocalíptica como la postal que hoy en día nos brinda esa ciudad, solo dice una cosa :"No hay retorno, todo ha terminado".
Alguien la escribió en la pizarra de la escuela de Pipriat. Alguien que fue consciente en los momentos de desalojo de que ya no había solución, de que el oscurantismo del gobierno les había hecho beber y respirar de la radiación durante días, y que no hay retorno, al menos durante 26.000 años. Sí, eso durara la radiación que la hace inhabitable, esa ciudad seguirá ahí desierta, inamovible, presente para hacernos recordar y para hacernos reflexionar sobre lo que hacemos con el mundo, para decirnos que no vuelva a suceder.
Comparto con vosotros este pasaje del Apocalipsis de San Juan, que nos hará pensar y con el que Don Iker Jiménez terminó su programa siendo colofón incomparablemente estremecedor al relato narrado.
III. La Tercera Trompeta: "El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas. Y el nombre de la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo; y muchos hombres murieron a causa de esas aguas, porque se hicieron amargas"
(Apocalipsis 8:10-11).
Ajenjo, en ruso, se dice Chernobyl.
Rindamos homenaje a todos, amigos, a todos ellos, a los liquidadores, a los pilotos de helicópteros, a los voluntarios que unieron sus manos fijando sus miradas, sabiendo a lo que iban, a quienes se sumergieron en las aguas radiactivas a sabiendas de que no iban a salir de ahí, a quienes hoy en día apartados de la sociedad, obviados por todos, se mueren y sufren terribles dolores por haber dado su vida por salvar al mundo.
Recordémosles amigos, ese será su mejor homenaje, no dejar de recordarlos ni un minuto de nuestra vida, darle las gracias por ese gesto de valor inconmensurable, darles las gracias por entregar sus vidas y salvar las de todos. Humedezcamos con nuestras lágrimas de recuerdo y admiración sus abiertas llagas, porque una vez más, amigos, por unas llagas fuimos salvados, y una vez mas igual que nuestro Señor Jesucristo murió por nosotros entregando su vida, regándonos con sus lagrimas de dolor, arrastrando sus llagas por la tierra y por la maldad y el pecado del hombre, sufriendo y padeciendo por amor a nosotros, por redimirnos del pecado, por salvarnos de la maldad y de la falsedad, entregando su vida y sufrimiento guiado únicamente por su amor a nosotros, orémosle siempre, vivamos en sus enseñanzas, hagámoslas nuestras, llenemos nuestro corazón y nuestra alma con su bondad infinita, con su mirada dulce y bondadosa, con sus palabras, auténtico manantial donde saciarnos en estos tiempos de miseria, mentiras, maldad, engaños, avaricia, rencores y falta de creencias y moral. Suplamos con amor, el materialismo donde vive el mundo, recapacitemos, hagamos examen de conciencia, cambiemos el mundo desde nosotros mismos e intentemos que nunca se repita una tragedia como la que ocurrió ese 26 de abril de 1986, a esa hora, a la 1 y 23 minutos y 46 segundos de esa noche de los tiempos. Recordémosles y rindámosles homenaje con nuestro pensamiento y nuestra oración, como digo, gracias héroes de Chernobyl, gracias liquidadores, gracias hermanos. En vuestra memoria.